Existen varios análisis que son necesarios tener en cuenta a la hora de pensar en una transición hacia la electrificación de flotas corporativas, en principio conocer la relación entre autonomía y especificaciones de recorridos que la operación demande.
Otro de los factores a tener en cuenta es la instalación de la infraestructura de carga la cual merece una evaluación técnica específica en base a los requerimientos de la operación ya sean flotas de taxis, vehículos propios de empresas, gubernamentales, operadores logísticos, courriers, vehículos de carsharing, motocargos, bicicletas, scotters eléctricos, estos últimos con menor necesidad de potencia de recarga al cumplir el trayecto de ultima milla. En general las potencias necesarias podrían variar entre 22kw hasta 50kw, dependiendo su necesidad. Para dar un ejemplo en el caso de flotas de taxis y vehículos livianos o vans, con una hora al día de carga rápida y una potencia de 50kw serian más que suficiente para cumplir su autonomía para trayectos urbanos. El esquema podría contar con menor necesidad de potencia de carga en caso que la diagramación de los recorridos lo permita, considerando tiempos de recarga como de espacio físico destinado a la recarga, hasta 22kw.
También es importante conocer los diferentes inputs necesarios, como ser energía consumida, costo estimado de la energía, horarios de recarga, promedio de kilometraje entre cargas, junto a un mantenimiento remoto del cargador. Incluso con una adecuada planificación de horarios relativos a la logística, a través de la carga inteligente los vehículos de flota pueden optimizar la carga e incluso entregar el excedente a la red logrando reducir los gastos netos, siempre y cuando se encuentre reglamentada en el país el modelo de generación distribuida.
En cuanto a las ventajas y dependiendo las regulaciones vigentes en diferentes países de la región, los costos operativos también pueden reducirse por determinados beneficios, como ser descuentos en peajes y estacionamientos, exención de pago de patentes y fiscales, libre circulación por zonas restringidas, entre otras.
Otro de los aspectos a tener en cuenta es que los vehículos eléctricos disponen de aproximadamente un 60% menos de piezas móviles, hecho que representa menos componentes a reemplazar o mantener, sobre todo en flotas que recorren a diario diferentes trayectos, con su consecuente mayor desgaste. En ese sentido la mayor parte de averías y piezas de que son necesarias cambiar periódicamente en un vehículo con motor a combustión no existen en un vehículo eléctrico, como ser correa de distribución, bujías, cambio de aceite, filtro de combustible, filtro de partículas, filtro de aire, filtro de aceite, etc. representando en promedio un 40% menos de ahorro en mantenimiento.
Por otro lado, teniendo conductores entrenados, se podrían reducir costos por infracciones de tránsito debido a que la conducción de un vehículo eléctrico modifica hábitos que repercuten en la autonomía del vehículo, eliminando malas prácticas como excesos de velocidad, aceleraciones bruscas, maniobras indebidas, entre otras. Esto último también impacta directamente en la eficiencia, traduciéndose en una reducción de costos operativos y por supuesto mayor eficiencia en la autonomía.
Durante el proceso de decisión es necesario distinguir que el precio real de un vehículo eléctrico en comparación con otro similar a combustión interna, no depende del precio de adquisición sino del costo total de propiedad (TCO, Total Cost of Ownership, por sus siglas en inglés). No obstante ello el avance de la tecnología, especialmente en la disminución de costos en la fabricación de componentes de baterías, hará posible una paridad de precios hacia el año 2025, o tal vez antes. , logrando reducir el CAPEX y de esa manera ser aún más atractivo para el negocio de flotas corporativas cero emisiones. También es importante considerar la oportunidad de adquirir vehículos eléctricos a través de modelos de financiamiento a tasas preferenciales o leasing, dependiendo las condiciones de oferta en cada país.
Asimismo es difícil determinar el ahorro total de costos en términos de eficiencia económica y ambiental sin involucrarse antes en un estudio en base a diferentes variables de la operación, junto a un plan piloto. Para dar solo un ejemplo en la región de una envergadura operativa mayor y en lo que se refiere al contexto del transporte público, el modelo de buses eléctricos implementado en el año 2018 en Chile ha logrado reducir a la fecha un 65% los costos de operación disminuyendo considerablemente las emisiones de CO2 y contaminación sonora, en comparación con el uso de buses a combustibles fósiles.
Si bien existen avances en la región a través de casos de éxitos con el transporte público y de vehículos livianos, es necesario intensificar el dialogo con las respectivas autoridades gubernamentales con el objetivo de acelerar la implementación de medidas que faciliten la incorporación de flotas corporativas amigables con el medio ambiente, ya sea promoviendo tarifas eléctricas diferenciadas, exoneraciones fiscales como así también a través de un impuesto al carbono, considerando el impacto en la economía doméstica.
En un modelo óptimo y en el mediano plazo, el ahorro en la operación de traslado logístico a través de flotas cero emisiones, podría influir en la reducción de determinados precios de bienes y servicios., además de mitigar las emisiones de CO2, evitando enfermedades respiratorias, muertes e incluso gastos de salud asumidos por los gobiernos.
Cada vez más empresas están intensificando su compromiso ambiental como un factor de ventaja competitiva a través de una economía colaborativa y prácticas sostenibles. A partir de ello comienzan a surgir alianzas entre fabricantes de vehículos eléctricos y empresas de logística, entre otras, con el objetivo de reducir y compensar sus emisiones de carbono., hecho que hace más viable la oportunidad de transición hacia flotas sostenibles.