En un artículo anterior señalaba que América Latina y el Caribe poseen grandes oportunidades para una rápida transición hacia la electromovilidad, debido a los altos porcentajes de energía renovable disponibles en su matriz eléctrica,a la rápida urbanización y al elevado nivel de electrificación.
Asimismo, mencionaba que la región lamentablemente experimenta altos porcentajes relativos de consumo de energía en el sector del transporte, si comparamos con indicadores internacionales. Esta ineficiencia agudiza los niveles de polución en las diferentes ciudades.
De los 626 millones de toneladas equivalentes de petroleo (Mtep) que América Latina y el Caribe consumieron en el 2018, 238 Mtep se destinaron al sector del transporte, es decir el 38%, cuando el promedio a nivel mundial se ubica alrededor del 28%.
Este es uno de los principales indicadores que evidencia la ineficiencia del sector transporte en la región, que se debe, entre otros factores a la antigüedad del parque automotor, la tecnología de los vehículos, los problemas de seguridad y la deficiente calidad del servicio de transporte público, una mala logística en el tranporte de carga, problemas en el ordenamiento territorial, deficiente planificación vial, falta de políticas públicas para desincentivar el uso de movilidad ineficiente y contaminante, además de problemas de indole social y cultural.
En el siguiente cuadro se observa un resumen para año 2018 de la realidad energética del sector transporte de algunos países de América del Sur.
Con excepción de Uruguay, el porcentaje de energía que destinan al transporte todos los países analizados, está sobre el promedio mundial. Bolivia con el 58%, Ecuador con el 55% y Perú con el 44%, encabezan la lista, países andinos que por su geografía podrían tener un desempeño algo inferior, con relación al nivel de consumo de los otros latinoamericanos.
Con relación a los gases de efecto invernadero que son emitidos por la región debido al sector transporte, estos comparten porcentajes similiares al del consumo de energía, pues representan el 38% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero, contribuyendo con aproximadamente el 9% de las emisiones globales atribuidas al sector transporte.
Llama la atención Paraguay, que del total de emisiones de CO2 del sector energía, el 92% es responsabilidad del transporte. Luego de Paraguay está Uruguay con el 62%, seguidos de Ecuador (55%), Perú (51%) y Bolivia (50%).
Otro indicador interesante es el consumo en transporte per cápita, lidera Chile con 0,60 tep/hab por año, a considerable distancia está Ecuador y Argentina con 0,43 tep/hab por año. Y finalmente las emisones de gases de efecto invernadero del transporte respecto al PIB generado equivalen a 2,2 veces las de Europa, lo que muestra nuevamente que existe un gran margen para aumentar la eficiencia.
Tanto el porcentaje de energía que se destina al transporte, las emisiones de gases contaminantes, como el consumo per cápita, muestran el desempeño de este sector y su capacidad para generar riqueza y bienestar, es decir cuán eficiente es un país en organizar y aprovechar a un sector estratégico que no solo une la oferta con la demanda, sino que es un elemento clave en la determinación de costos para los diferentes bienes y servicios.
El transporte juega un rol determinante en la salud y en la economía de un país y se ha convertido en un factor crucial en la competitividad.
Retomando la primera idea, América Latina y El Caribe tienen un inmenso potencial para revertir esta situación, si revisamos el cuadro siguiente se evidencia que la región tiene posiblemente una de las matrices eléctricas más limpias del planeta, con un 60.5% de generación eléctrica renovable.
Varios países como Paraguay, Uruguay, Ecuador y Brasil superan el 80% de generación de electricidad a partir de fuentes renovables, esto se complementa con una muy alta tasa de electrificación que en promedio bordea el 97%.
El 80% de la población de América Latina y el Caribe vive en zonas urbanas, el crecimiento de la población urbana, si bien representa un reto en términos de satisfacer, con calidad, las diversas necesidades, como la movilidad, esta situación también viene acompañada de oportunidades sobre todo de planificación, para mejorar el transporte público, solucionar los problemas de tránsito; y fomentar el transporte compartido, el tránsito peatonal, la electromovilidad, y otro medios de transporte sostenible, como la bicicleta, las patinetas o scooters, etc.
Según una última publicación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la región, la tasa de motorización bordea los 200 vehículos por cada 1000 habitantes, su incremento desde el año 2000 ha sido el más rápido del planeta, situación que ha provocado un aumento de la congestión, de los tiempos de traslado, de los accidentes, del consumo de combustibles fósiles y de las emisiones de contaminantes atmosféricos.
Finalmente, no podría concluir este análisis sin mencionar una de las grandes oportunidades que la electromovilidad puede brindar.
Esta ofrece oportunidades en la generación de empleo, según el Programa de las Naciones Unidad para el Medio Ambiente, la descarbonización de transporte en América Latina y el Caribe permitirá generar 5,5 millones de nuevos empleos en actividades de operación y mantenimiento de los vehículos, además de generar oportunidades para la fabricación de vehículos eléctricos y sus partes, pues recordemos que las mayores reservas mundiales de litio, el elemento fundamental para fabricar baterías, se encuentran en la región.
Fortalecer el acceso a un transporte seguro, eficiente y no contaminante es esencial para conseguir un desarrollo económico sostenible y para mejorar el bienestar de los ciudadanos. Las cifras muestran que América Latina y El Caribe tienen aún un gran camino por recorrer, pero tienen también un gran potencial para una acelerada transición a una movilidad sostenible. No hay tiempo que perder.