Si bien Brasil no cuenta con un marco regulatorio definido, se intensifican los esfuerzos para promover la electromovilidad y la hoja de ruta es clara. Pero todavía hay algunas deudas que saldar.
En el territorio, los vehículos eléctricos están libres del Impuesto sobre Productos Industrializados (IPI) y del Impuesto sobre la Circulación de Mercancías y Servicios (ICMS).
Además, cuentan con un programa de incentivos fiscales para tecnologías limpias, y en el 2015 el gobierno impulsó un subsidio de arancel cero para la importación de autos eléctricos.
La iniciativa contribuyó para convertir a este gigante en el mayor mercado de América Latina. Sólo en 2023 se matricularon 93.927 vehículos eléctricos e híbridos, y se estima que para este año las ventas aumenten un 60%.
Sin embargo, el Ministerio de Fomento, Industria, Comercio y Servicios (MDIC) de Brasil anunció en enero la vuelta del impuesto a la importación.
La resolución establece la reanudación gradual de las tasas y crea cuotas iniciales para las importaciones exentas hasta 2026, cuando la tasa alcanzará el 35% -la misma válida para los vehículos de combustión-.
Las automotrices presionaron para que saliera la medida, superando la resistencia de los fabricantes chinos que venden en el país.
Nivalde José de Castro, profesor del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y coordinador del Grupo de Estudios del Sector Eléctrico (GESEL), puso sobre la mesa las principales políticas con las que actualmente cuenta el país, pero también los agujeros negros.
Qué se hizo Brasil hasta ahora
Entre las principales políticas de Brasil, figuran -por ejemplo- los programas de incentivo de I+D para la movilidad eléctrica.
Llamado MoVer, el plan que reemplaza al viejo Rota 2030 promueve la expansión de las inversiones en eficiencia energética, el cobro de menos impuestos a quienes menos contaminen e incentivos fiscales para que las empresas inviertan en el país.
Asimismo, Lula firmó a fines de marzo una ordenanza para conceder licencias a empresas del sector automotriz y créditos financieros para apoyar la descarbonización.
Asimismo, podrán acceder a descuentos en el Impuesto sobre la Renta de Personas Jurídicas y en la Contribución Social sobre los Beneficios Netos (CSLL) por los productos y sistemas exportados desde el país.
Uno de los aspectos más interesante es que promueve las desgravaciones impositivas en función de la huella ambiental incorporando una novedad: el cálculo de las emisiones desde la fuente de energía hasta su consumo vehicular.
Esta situación es particularmente importante en el caso de Brasil, porque resulta ser un incentivo adicional al desarrollo de su matriz energética vinculada con la producción de etanol.
El desarrollo industrial está orientado a las ventajas comparativas de la producción de etanol -derivado de la caña de azúcar-, fortaleciendo un círculo virtuoso de complementación productiva y ventajas comparativas.
A ello se suma que los automóviles eléctricos o híbridos fabricados en el exterior pagan desde enero un arancel de entre el 10 % y el 12 % -que subirá gradualmente hasta el 35 % en 2026- para poder desarrollar la industria en el país.
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Cuáles son las deudas pendientes
De los puntos que Nivalde José de Castro planteó como ejes prioritarios para el desarrollo del sector, hay muchos pendientes o proyectos a nivel estados (no nacional). A enumerar:
- financiamiento federal de infraestructura de carga,
- estandarización de la infraestructura de carga,
- plataforma agregadora de datos de recarga,
- flota pública obligatoria de vehículos eléctricos,
- exención de impuesto de importación (se modificó),
- uso de pistas exclusivas,
- exención de peajes y otras cobranzas.
Brasil es el país de América del Sur que más desarrolló el sector automotriz. Y, por tanto, hacer la transición hacia la fabricación de vehículos eléctricos fue todo un desafío.
La utilización de biocombustibles (Brasil es el rey) retrasa el pasaje a la electromovilidad porque los cálculos de ahorro de emisiones son más conservadores y la extensión del territorio juega en contra para trayectos largos y conexiones.
Es decir, la infraestructura y el precio de los automóviles son ahora los mayores problemas, pero el futuro parece ser electrificado.
Al ritmo actual, todo indica que con el crecimiento y el deseo de los consumidores, la meta que se plantearon para 2040 es posible -55% de nuevo modelos fabricados en la nación-. Esto, por supuesto, requerirá inversión y un crecimiento en términos de cargadores y estaciones de carga.