El desierto de Atacama es el «lugar no polar más árido de la Tierra». Su extensión incluye el Norte Grande de Chile y algunas partes del Norte Chico de Chile. En definitiva, abarca las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama y el norte de la de Coquimbo.
Más de cien mil metros cuadrados de desierto y entre los interrogantes respecto a si es posible que la electromovilidad llegue a esos lugares surgen varias preguntas, entre ellas: ¿cuáles son los requisitos o condiciones para instalar en esta zona un cargador para vehículos eléctricos? ¿hay limitantes para que el desierto chileno cuente con infraestructura de carga?
Para Francisco Larrondo, Gerente General de Copec Voltex, existen dos puntos a tener en cuenta. El primero es la alimentación eléctrica: “Si hablamos de la mitad del desierto tenemos que ver de dónde nos vamos a suministrar”, comenta.
Y especifica: “Afortunadamente, al hablar del desierto chileno con una impresionante irradiación solar, perfectamente se podría idear un proyecto con cargadores 100% off grid conectados a paneles solares complementado con un rack de baterías”.
Sobre esto último, explica: “Las baterías efectivamente son caras, pero cuando reemplazan a una serie de ductos y canalizaciones que se deben hacer por metros o kilómetros, es un proyecto bastante interesante desde el punto de vista económico y por supuesto ecológico”.
Otro punto relevante para Larrondo en el norte es el sistema de puesta a tierra. Al respecto menciona: “Al ser un suelo muy seco se necesita un sistema de puesta a tierra muy importante que normalmente afecta económicamente a los proyectos”.
Por su parte, Andrés Pizarro, Head of Commercial Development e-Mobility Chile de Enel X, asegura que las respuestas dependen de a qué tipo de infraestructura se haga referencia.
En esta línea, sostiene: “Actualmente a nivel técnico no hay limitaciones para instalar equipos de carga lenta o rápida en el desierto. La limitante técnica hoy es la instalación de equipos sobre los tres mil metros sobre el nivel del mar donde se comienza a sufrir con la altura y la potencia máxima que pueden entregar los equipos”.
“La decisión de poner o no una electrolinera ya se basa en si económicamente vale la pena, ya sea para carga pública o carga para un privado”, cierra Pizarro.