A diario convivimos con millones de vehículos a combustión que emiten gran cantidad de gases contaminantes.
Las emisiones no solo afectan al sistema respiratorio, sino que repercuten en muchos más aspectos de nuestra salud, enfermedades cancerígenas, problemas durante el embarazo, irritación ocular, consecuencias cardiovasculares, y por otro lado problemas auditivos provocados por la exposición excesiva a la contaminación sonora., entre otros.
Un último informe de la OMS estima que 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado y cerca de 7 millones de personas mueren cada año por la exposición a las emisiones de CO2.
En cuanto a los efectos adversos durante la pandemia, un estudio de la Universidad de Harvard concluyó que las personas expuestas por largos periodos a altos niveles de contaminación ambiental tienen más posibilidades de fallecer por infección del COVID19.
Si además tenemos en cuenta que el transporte contribuye en aproximadamente un 26% de las emisiones, surge el compromiso de todos los sectores involucrados en implementar una cultura ambiental orientada a generar las políticas y acciones necesarias para fomentar el uso del transporte cero emisiones.
Si bien la mayoría de los gobiernos en Latinoamerica están tomado medidas para reducir el impacto ambiental, es necesario reforzar permanentemente acciones de políticas públicas para regular y verificar el cumplimiento de los estándares internacionales de emisiones definidos en el Acuerdo de París.
Por otro lado existen diversas iniciativas del sector privado mediante la oferta de tecnologías amigables con el medio ambiente, donde cada vez más se apuesta a un cambio cultural con eje en la eficiencia energética, así como todas aquellas formas de generarla y consumirla, como ser a través de la electrificación del transporte reduciendo significativamente las emisiones.
En ese sentido el vehículo eléctrico se convierte en un nuevo consumidor de electricidad operando de forma más eficiente el sistema eléctrico y facilitando una mayor demanda de energías renovables.
Asimismo cabe destacar los esfuerzos que están asumiendo muchas compañías comprometidas con un modelo de triple impacto o Empresas B, sobre determinadas acciones medioambientales que contribuyen a la mitigación del cambio climático focalizadas en el transporte, por ejemplo, a través de la difusión y la implementación de buenas prácticas sobre movilidad sostenible.
En muchos casos dichas empresas proponen disminuir el número de desplazamientos innecesarios de sus clientes, proveedores, equipos de trabajo y apuestan por alternativas como ser la bicicleta, vehículos eléctricos y transporte compartido, entre otras para reducir las emisiones de dióxido de carbono.
En cuanto a la sociedad, sin dudas, estamos viviendo un importante cambio en la cultura de la movilidad urbana generada por una mayor concientización sobre los efectos climáticos en la salud de las personas, para lo cual los cambios de hábitos hacia formas de traslados más sostenibles contribuirán a mejorar la calidad del aire que respiramos.
Para lograrlo es necesario difundir campañas de información y promoción destinadas a desarrollar conductas sobre el uso de un transporte más sostenible entre los ciudadanos., junto al apoyo de financiamiento, beneficios fiscales e incentivos mediante un modelo sistémico.