Los ejecutivos se embarcaron en la travesía “casi electrificada” desde Barcelona hasta Mongolia en un Ford Fiesta del año 1990 que ellos mismos hibridizaron.
En diálogo con Portal Movilidad España, Moises Barea, VP of Sales de Wallbox, comparte los detalles de este “viaje audaz y lleno de significado”.
La idea de participar en la carrera «Poles of Inconvenience» comenzó a germinar en la mente de Carlos Coscujuela, Business Operations Director de la firma, hace aproximadamente dos años.
El directivo de la empresa española fabricante de puntos de recarga compartía con su colega la historia y las primeras planificaciones de la ruta que hoy los llena de orgullo y anécdotas por contar.
Según el relato de Barea, el primer paso fue comprar el coche, recolectar información y ponerse manos a la obra:
“Tomamos el Ford Fiesta y lo transformaron en híbrido, equipándolo con las herramientas, repuestos y equipos necesarios para enfrentar las duras condiciones del viaje”.
El coche podía recargarse en AC con un conector tipo 2 y hasta 22 kW.
Y no solo ello, sino que también contaba con un panel fotovoltaico que podía retirarse y colocarse según la necesidad de los viajeros.
El rally de “Poles of Inconvenience»
La ruta trazada por Moises y Carlos tenía como objetivo recorrer un total de 12 mil kilómetros en 19 días, con una media de 670 por día.
Partieron el 13 de julio y desde el día uno pudieron enfrentarse a terrenos conocidos y desconocidos mientras avanzaban hacia su destino final en Mongolia.
Todo esto se realizaba en el marco del “Poles of Inconvenience».
No solo era una carrera, sino que trataba de un evento de recaudación de fondos para proyectos sociales.
Con el dinero recaudado se concretaría la compra de leche y aceite para el proyecto de cobertura de necesidades básicas de las familias de Cerdanyola, Ripollet y Montcada.
La solidaridad era una de las ventanas del viaje, otra de ella era la aventura personal planteada por las reglas del rally y las condiciones del Ford Fiesta.
Desde la organización solicitaban como primer paso contar con un coche “small and shit”.
“Puedes llevar cualquier coche, siempre que sea una mierda y con un motor de 1,2 litros o menos. Lo ideal es menos de 1 litro”, estipulaba la web del evento.
También definen que la ruta sería libre y podría organizar los destinos a gusto y placer: “Ve hacia atrás si quieres. O completamente en la dirección equivocada, que siempre acaba con algo gracioso. O llorando. Una de las dos”.
Uno de los emblemas del proyecto era: “No es divertido si es fácil».
Los desafíos electrificados
La infraestructura de recarga fue un desafío constante a lo largo del camino.
Al salir de España, atravesaron países como Francia, Suiza, Alemania y República Checa, encontrándose con diferentes niveles de desarrollo en términos de puntos de recarga.
En Francia, por ejemplo, se sorprendieron al ver “estaciones potentes en todas las gasolineras de las autopistas, con entre 10 y 15 cargadores en cada una”.
Pero a medida que iban bajando en el mapa la realidad se iba transformando.
Puntos sin mantenimiento, inversiones de más de ocho años y hasta puntos instalados en el medio de una frontera sin mucha razón de ser fueron alguno de los casos que fueron recolectando en el camino.
Pero los retos no se limitaron al terreno, la infraestructura o al Ford Fiesta.
En Turquía, enfrentaron el caos del tráfico y en Estambul lidiaron con la adaptación a nuevas normas de conducción.
Coches con volantes a la derecha y a la izquierda abundaban por doquier, pero todo bajo lo estipulado por las normas locales, que poco se parecen a las europeas.
“En Armenia vimos un Volkswagen iD3 completamente nuevo y no entendía como un país que todo el resto de los vehículos son tan antiguos y de la nada aparece uno de esos”, recuerda Moises Barea en su relato.
El Ford Fiesta acumulo kilómetros e historias
La aventura de Moises y Carlos en el Ford Fiesta ’90 electrificado fueron incontables.
A través de fronteras y desafíos culturales, lograron demostrar que la pasión por la movilidad sostenible y la solidaridad puede impulsar a las personas a alcanzar metas aparentemente inalcanzables.
“Una noche nos quedaba muy poco efectivo y teníamos que lograr conseguir hospedaje, hablando idiomas distintos logramos un intercambio increíble con un hombre en un camping”, relata Barea a este medio.
Para conseguir dormir allí debieron hacer un intercambio de suministros (vinos y algunas cosillas para comer) a cambio de hospedaje.
Y todo terminó, no solo con conseguir un lugar sino que en una verdadera cena con un gran intercambio cultural, bebidas y mucha risa entre viajeros.
Asimismo, otra característica del viaje es que los protagonistas eran un poco distintos.
“Carlos es un poco más de planificar todo y yo soy un poco más de hacer directamente la ruta”, asegura Barea entre risas.
Y agrega: “Hemos estado tres dia durmiendo en tiendas de campaña, un día en hotel y todo esto viajando en pleno verano en un coche sin aire acondicionado”
Se han podido bañar en todos los ríos en los que se han topado, han hecho todo tipo de recorridos y hasta se han podido dar el lujo de sumar experiencias deportivas en el itinerario:
“Salimos a correr cuando dormíamos en hoteles y cuando pasábamos muchas horas en el coche haciamos ejercicio con algunas herramientas que habíamos sumado al equipaje”.
Al final el viaje a bordo del Ford Fiesta no solo les ha permitido recorrer miles de kilómetros, sino que también crear conexiones humanas y dejar una huella positiva en las comunidades a lo largo de su camino.
Moises Barea y Carlos Coscujuela demostraron que, con la combinación adecuada de pasión y compromiso, se puede superar cualquier obstáculo.
Hasta recorrer 12 mil kilómetros a bordo de un coche del 1990 hibridizado en casa.
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