El reciente triunfo de Donald Trump trae consigo más que un cambio de gobierno. Su relación inesperada con Elon Musk, uno de los mayores defensores de la electromovilidad, sorprendió a la industria y reconfiguró su postura inicial hacia los vehículos eléctricos.
Esta vez, Trump moderó su tradicional discurso en favor de los combustibles fósiles, prometiendo una política “equilibrada” que apoye a las industrias tanto de energía renovable como tradicional.
Pero la realidad para México, que depende estrechamente de las políticas energéticas y comerciales de Estados Unidos, plantea muchas preguntas. ¿Cómo impactarán estas nuevas directrices en el avance de la electromovilidad en el país latinoamericano?
Trump y Elon Musk: una alianza inesperada
La relación entre Trump y Musk trajo al escenario una nueva narrativa sobre el futuro de los vehículos eléctricos.
El magnate, dueño de Tesla, que defendio repetidamente la tecnología limpia y los objetivos de cero emisiones, representa una figura que supo influir en las políticas energéticas y de movilidad.
Cabe mencionar que las acciones de la firma subieron un 14,7% luego de que se confirmara la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses.
Sin embargo, esta asociación implica un delicado equilibrio entre sus metas y las demandas de un presidente pro-industria tradicional.
Dicha alianza genera expectativas sobre cómo México, ubicado estratégicamente dentro de la cadena de suministro del T-MEC, podrá responder a una posible política de incentivos reducidos para la industria de vehículos eléctricos, justo cuando el país comenzaba a consolidarse en la fabricación de componentes clave.
Una política proteccionista en el marco del T-MEC
Sin dudas, el tratado T-MEC, es un pilar sobre el cual México cimentó sus expectativas de crecimiento eMobility.
Las disposiciones que exigen un contenido regional de origen y estándares de emisiones más estrictos impulsaron una adaptación de la industria local hacia la producción de vehículos eléctricos y componentes de baterías.
No obstante, si Trump reorienta el tratado en favor de los fabricantes estadounidenses, el encarecimiento de aranceles para vehículos y partes manufacturadas en México podría comprometer la competitividad del sector mexicano en el mercado estadounidense.
A su vez, el presidente electo planteó eliminar subsidios y regulaciones ambientales impulsadas por la administración de Joe Biden, lo cual reduciría la demanda de VE en EE.UU.
Esta situación representa una amenaza directa para los mexicanos, cuyo mercado de exportación automotriz depende en gran medida de los consumidores vecinos.
¿Logrará México establecer su mercado interno de vehículos eléctricos para reducir su dependencia del norte? La infraestructura de carga, aún insuficiente, y la falta de incentivos fiscales plantean un desafío que requerirá respuestas claras y urgentes del gobierno mexicano.
La relación México – Estados Unidos
Para Claudia Sheinbaum, flamante presidenta electa de México, la relación con Trump en temas de movilidad eléctrica será decisiva.
Ante la posibilidad de que EE.UU. reduzca su demanda de vehículos eléctricos, el país azteca enfrenta el reto de generar su propio mercado.
De esta manera, Sheinbaum tendrá que decidir si redobla los esfuerzos para crear una política de Estado que promueva la infraestructura de carga y financiamiento de vehículos eléctricos, o si busca alianzas en otros mercados.
Esto significa un punto de inflexión para México: construir una política autónoma en materia de electromovilidad y tomar distancia de los vaivenes de la Casa Blanca o, por el contrario, adaptar sus estrategias para alinearse con el enfoque de Trump.
El rol de Tesla en México y los efectos de la cadena de suministro
Lo cierto es que México ganó protagonismo como base de producción de Tesla, cuya nueva planta en Nuevo León simboliza un factor clave para la industria.
¿Con Trump en la Casa Blanca, es posible que el gobierno estadounidense presione para que Tesla redirija su inversión hacia suelo norteamericano?
La nueva administración podría aplicar restricciones que limiten la exportación de componentes eléctricos y baterías hacia EE.UU., o bien imponer tarifas adicionales que encarecerían los productos ensamblados en México.
Esto genera incertidumbre sobre si Tesla y otras compañías de VE continuarán apostando por la fabricación en suelo mexicano o si, ante presiones, buscarán soluciones en otros mercados más favorables.
A esto se suma la ya conflictiva relación con China, de donde proviene una gran parte de los materiales necesarios para la fabricación de baterías y otras partes esenciales de los VE.
Las tensiones comerciales y las posibles sanciones de Trump hacia productos chinos impactarían en los costos de producción en México, un país que hasta ahora se había beneficiado de los acuerdos de libre comercio con ambos gigantes económicos.
Infraestructura de carga y el desafío de una política nacional
La transición hacia la electromovilidad en México no solo depende de la fabricación de vehículos y componentes, sino también de una infraestructura de carga que sostenga el crecimiento de la flota eléctrica.
El impacto de una posible reducción de los incentivos para la instalación de cargadores y de la presión del mercado estadounidense podría frenar proyectos de expansión y limitar la disponibilidad de estaciones en las principales ciudades mexicanas.
Sin un apoyo concreto de políticas nacionales y sin una red de carga robusta, la adopción de VE se vuelve menos viable.
La pregunta es entonces si México tomará medidas propias para desarrollar una infraestructura adecuada, como lo hicieron otros países, o si seguirá esperando el liderazgo del norte.