La creciente rivalidad económica entre Estados Unidos y China está transformando a Latinoamérica en un escenario estratégico. En este contexto, las inversiones en electromovilidad se han convertido en una expresión tangible de esta lucha por el dominio global.
El movimiento de algunas de algunas empresas de origen chino ha hecho que el sector en general esté expectante a lo que ocurra de cara al 2025, del mismo modo que las siempre elípticas decisiones de Elon Musk y su empresa sean una expresión directa del próximo gobierno del republicano Donald Trump, cuya reelección promete ser un el punto de partida de una profundización en la «guerra» económica contra China.
En este marco, la lucha por el control de los mercados emergentes, como el latinoamericano, se intensifica. Las recientes inversiones en electromovilidad no solo representan avances tecnológicos y económicos, sino también una competencia por la influencia geopolítica.
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China apuesta fuerte y todos miran a Brasil
China no ha escatimado en gestos que muestran la importancia específica que tiene la región latinoamericana para su estrategia global de expansión, entre otros rubros, en materia de electromovilidad.
BYD, uno de los gigantes del sector, anunció la construcción de una planta en la cuidad brasileña de Bahía, con una inversión inicial de 620 millones de dólares. Este proyecto no solo incluye la fabricación de vehículos eléctricos, sino también de baterías, consolidando a Brasil como un nodo esencial en la cadena de suministro global de la electromovilidad.
El gobierno del presidente Luis Inacio Lula da Silva dio de baja los beneficios a las importaciones de vehículos eléctricos, para ponderar la fabricación de éstos en el interior del país, reducir los costos finales y agregar valor al producto.

Lula con representantes de BYD, que instalaron en Brasil su primera fábrica de vehículos eléctricos fuera de Asia.
En diálogo con Mobility Portal Latinoamérica, el titular de la Cámara de Distribuidores de Automotores y Maquinarias (Cadam) de Paraguay se muestra muy interesado en lo que vendrá sobre esta planta, teniendo en cuenta la posibilidad que se abre con ella para los mercados linderos: “Eso va a ser un boom más que importante para el sector”.
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“Si fabrican ahí, no sólo van a abastecer al mercado brasileño, sino que van a buscar a otros países de la región. Si lo llegan a hacer bajo un menor costo, será muy importante y beneficioso para la electromovilidad en toda Latinoamérica», expresa.
Por otro lado, GWM confirmó que abrirá las puertas de su planta en Iracemápolis, también en Brasil, con una inversión cercana a los 2.000 millones de dólares, en mayo de este año. Este desembarco ocurre en la misma planta que ocupaba Mercedes-Benz, y se centrará en la producción de vehículos eléctricos e híbridos, sellando la entrada no de una sino de dos importantes firmas chinas de primera línea en la principal economía de la región.
Tesla y Estados Unidos: una alianza
En respuesta a la creciente presencia china, Estados Unidos también está reforzando su posición en la región. Tesla, la empresa liderada por Elon Musk, está realizando movimientos significativos para consolidarse en el mercado latinoamericano.
En México, la construcción de su megafábrica en Monterrey, con una inversión de más de 10.000 millones de dólares, es una de las apuestas más importantes para garantizar su liderazgo global en la producción de vehículos eléctricos.

Elon Musk y Tesla son los mayores vendedores de VE en Estados Unidos.
En enero de 2024, Colombia vio el amanecer del primer día de la empresa norteamericana en su territorio con la aprobación de una sociedad de acciones simplificadas (SAS) ante la Cámara de Comercio de Bogotá, con la que la firma inauguró su paso por el país centroamericano, con una inversión a pagar en dos años, de 2500 millones de dólares.
Además, Tesla ha avanzado en Chile, estableciendo acuerdos para el suministro de litio, un recurso estratégico en la fabricación de baterías, y el Modelo Y está entre los cinco modelos electrificados más vendidos en el país trasandino.
Este enfoque reforzaría la posición de Estados Unidos en la cadena de valor de la electromovilidad, a la vez que limitaría el acceso de China a estos recursos clave conforme continúen cerrándose los Tratados de Libre Comercio (TLC) con otras potencias que tienen este mineral, como es el caso de Argentina.
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Latinoamérica, un campo de batalla económico
Ambas potencias transformaron a Latinoamérica en un tablero de trazo estratégico donde las inversiones eMobility representan mucho más que desarrollos industriales. Estados Unidos buscaría por medio de la penetración económica y política frenar el avance del gigante asiático y su influencia. Por su parte, Beijing buscaría consolidar su liderazgo global, utilizando a Latinoamérica como una plataforma clave para su expansión.
Otros personajes de menor tenor también participan de esta disputa tangencialmente. La europea Stellantis, con presencia en Argentina, anunció por medio de su presidente en el país Martín Zuppi que buscará propiciar la llegada de la china Leapmotor. Esta marca se sumó a la carpeta de Stellantis el año pasado a partir de la compra del 21% de sus acciones.

Xie Yunrong, representante legal de Citic Guoan Group de China y Carlos Ramos, presidente de la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB).
La automotriz anunció una inversión de 6.000 millones de dólares en Sudamérica en marzo pasado, destinada a nuevos productos y tecnologías de descarbonización.
Por su parte, Zuppi apuntó a mediados del año pasado en declaraciones a la prensa que esperaban comenzar los primeros movimientos en Argentina en el último cuatrimestre de 2024.
Mientras tanto, Toyota invierte 1.450 millones de dólares en México para expandir su producción de vehículos eléctricos e híbridos.
Con tantos escenarios abiertos, el mundo eMobility podría estar en los albores de un año clave en toda la región latinoamericana.
Esto no sólo por la riqueza de su tierra y el estancamiento del propio sector en ciertos países, sino por las presiones que la Casa Blanca o que el gobierno chino pueda llegar a ejercer para acelerar las inversiones en infraestructura, que superarán raudamente los 15.000 millones de dólares y fomentar un entorno más favorable para la movilidad sostenible, y con ello generar una carrera que impulsará la transición energética en el transporte del continente.