Bolivia lanzó recientemente un ambicioso plan de hidrógeno verde que promete cambiar las reglas del transporte nacional. Sin embargo, ¿es realmente viable alcanzar esta meta?
La iniciativa proyecta que, para el año 2050, más de un millón de vehículos con celdas de combustible circularán en el país, una cifra que plantea grandes interrogantes sobre su factibilidad técnica, económica y logística.
Este plan podría marcar un hito en su transición energética, pero también enfrenta numerosos desafíos.
Este cambio representa un viraje estratégico en un país que históricamente depende de combustibles fósiles como el diésel y la gasolina.
Proyecciones y desafíos para 2050
De acuerdo con las estimaciones oficiales, Bolivia podría contar con alrededor de 1.111.550 vehículos con celdas de combustible para mediados de siglo.
Para satisfacer esta demanda, el país requerirá unas 133.386 toneladas de hidrógeno anuales, un desafío técnico y logístico que dependerá de la implementación de infraestructura adecuada para producción, almacenamiento y distribución.
La variabilidad en esta proyección estará influida por factores como la eficiencia de los vehículos, las condiciones de conducción y el ritmo de adopción tecnológica.
Sin embargo, este plan no solo se presenta como una oportunidad ambiental, sino también como una plataforma para diversificar la economía del país, reduciendo la dependencia de hidrocarburos.
El papel del e-metanol en la transición hacia vehículos sostenibles
Complementando el desarrollo del hidrógeno verde, Bolivia implementará desde 2026 un proyecto piloto que introducirá el e-metanol en combustibles tradicionales como el diésel y la gasolina. Este plan contempla una mezcla inicial del 2%, que aumentará progresivamente hasta alcanzar un 50%.
En el caso del diésel, empleado principalmente en el sector agroindustrial y transporte pesado, el e-metanol será un aliado clave para disminuir emisiones sin comprometer la funcionalidad de los vehículos existentes.
Para la gasolina, que domina el transporte privado, esta estrategia facilitará una transición gradual hacia tecnologías más limpias mientras se reduce la huella de carbono.